El gobierno de EEUU, siempre tan coherente, ataca al mensajero para que todo el mundo se olvide del mensaje. Resulta que el enemigo es Wikileaks, particularmente Julian Assange -su figura más visible-, pero ni una disculpa por los “excesos” de la diplomacia norteamericana, ni por la práctica de la tortura en los territorios ocupados, ni por los pagos a los contratistas privados que disparan a la multitud cuando están de mal humor, ni por las mentiras que han divulgado para justificar las guerras que desangran a Iraq, Afganistán y Yemen -país que, ahora sabemos, también forma parte del teatro de operaciones de los EEUU.
Una de las consecuencias en las que más se han detenido los analistas es en la torcedura de brazo a los medios transnacionales, que pactaron con Wikileaks tras el cálculo de que si la colaboración con los EEUU termina por ver la luz pública gracias al activismo individual y a la Internet, los estados clientes y sus dirigentes van a estar menos dispuestos a acompañar las maquinaciones imperiales. Por una vez, el Imperio ha recibido un durísimo y humillante golpe, que lo ha puesto contra las cuerdas con signos visibles de impotencia y descoordinación.
La prueba es el intento frenético del Departamento de Estado de alertar de las filtraciones a sus funcionarios y a sus aliados durante el fin de semana. En medio del corre corre, un congresista pidió a la Secretaria Clinton incluir a Wikileaks en la lista de las organizaciones terroristas extranjeras. Luego vino el ataque de denegación de servicio contra el sitio web, una hora antes del lanzamiento programado este domingo, que algunos analistas atribuyeron a una torpe intervención del nuevo Comando Ciberespacial de los EEUU. El Comando llegó a su “completa capacidad operativa” hace menos de un mes y ya está peleándose con la CIA y con el Departamento de Seguridad Interior para ver quién tiene autoridad en las acciones ofensivas y el control de las redes de telecomunicaciones en el ámbito civil.
Amy Davidson, editora de la prestigiosa revista The New Yorker, alertaba hace unos días por dónde iban a venir los tiros del gobierno de Obama contra Wikileaks:
1. Acusar a Assange y a sus colegas de espionaje, independientemente de que ellos estén fuera de la jurisdicción norteamericana; pedirle a los aliados de EEUU que hagan lo mismo;
2. Explorar las oportunidades para que el Presidente Obama incluya a los colaboradores de Wikileaks en la lista de combatientes enemigos, allanando el camino para acciones no judiciales en su contra.
3. Congelar los activos de la organización Wikileaks y de sus partidarios, y aplicar sanciones financieras a aquellas instituciones que colaboren con esta organización; impedirles todo tipo de transacciones en dólares norteamericanos;
4. Darle la oportunidad al nuevo Cibercomando de EE.UU. de demostrar que pueden, por vía electrónica, asaltar a WikiLeaks y a cualquier compañía de telecomunicaciones que ofrezca sus servicios a esta organización;
5. La celebración de audiencias en el Congreso para evaluar cómo la información clasificada podría estar comprometida y cómo EEUU puede identificar mejor y luchar contra organizaciones políticas como Wikileaks.