No se han apagado aún las brasas de la rebelión popular en Túnez y ya arde El Cairo. Donde los principales medios de comunicación de Occidente sólo veían terroristas potenciales, ahora descubren pueblos oprimidos sedientos de democracia. Algo muy profundo se está moviendo en el mundo árabe.
Es muy pronto para medir el alcance de las protestas que se van extendiendo por el norte de África, pero la velocidad de los acontecimientos no impide valorar algunas evidencias. Por ejemplo, el bochornoso silencio de Europa. ¿Dónde se había metido Catherine Ashton, Alta Representante de Política Exterior de la UE, muda hasta la tarde de ayer? Aparte de llamar a la calma y desaconsejar los viajes a El Cairo, ¿qué más tienen que decir el Gobierno español y su ministra de Exteriores?
Falta una condena expresa, alta y clara, de la represión utilizada por el Gobierno de Mubarak contra la población civil. Las tímidas peticiones de respeto a la libertad de expresión por parte de Obama y Angela Merkel se quedan cortas ante las imágenes de una juventud harta de observar en internet una modernidad incompatible con la vida medieval que le imponen regímenes autoritarios y corruptos, presuntos “amigos” de Occidente como vigilantes del radicalismo islámico y como socios en el negocio de las materias primas.
Si Europa quiere de verdad hacer proselitismo de la democracia y frenar el peligro islamista, está perdiendo una magnífica oportunidad de demostrarlo.PUBLICO