Los conflictos sociales que se viven en Argelia y Túnez, dos países del llamado Magreb árabe, que comprende también Libia, Marruecos y Mauritania, son un desafío a las élites locales. La rebelión de los hambrientos, de los excluidos, tiene una inequívoca dimensión política. El fondo de la revuelta social es la falta de libertades, el desempleo, la ausencia de futuro para millones de jóvenes.
El problema de Túnez es también las altas disparidades entre la población. El nepotismo ha creado una élite que se beneficia de las políticas del Estado, dejando fuera a todos los que no tienen una ‘wasta’ para hacerse valer. La tasa de desempleo alcanza en este país al 23,4% de los jóvenes diplomados (según cifras oficiales); sin embargo, la realidad es que afecta al 35%. Estos datos evidencian un problema: que en Túnez el mercado laboral no puede absorber el exceso de trabajadores cualificados.MAS DETALLES