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La otra muerte de Lina Ron

8 marzo, 2011

Hasta el más horrible de los seres humanos se convierte en una buena persona luego de abandonar la vida. Y el caso de Lina Ron no parece escapar a esta fatalidad, aun cuando la tumultuaria dirigente chavista llegara a asumir, no sin gozo de su parte, la cara fea y violenta de un régimen ya de por sí marcado, de origen, por estas dos taras: la fealdad y la violencia.

Lina, han llegado a afirmar reconocidos disidentes del antichavismo, encarnaba la imagen del revolucionario puro, desprendido, entregado sin reservas a la suprema causa de la redención de los oprimidos y alguien imbuido de un tan alto grado de idealismo resulta cada vez más difícil de conseguir en las filas de esa menguante montonera vestida de rojo. Cierto.

Pero olvidan, sólo porque ahora ya no está, que Lina Ron era la reina de los motorizados, la lidereza de los travestis, la soberana de los recoge latas, la generala de La Piedrita, la feroz Comandante de los grupos irregulares armados, que con un cigarrillo entre los labios, pegando alaridos y lanzando bombas molotov, traspuso las puertas de Globovisión para luego decretar la retirada sin haber podido tomar la colina. Olvidan sus desplantes, sus insultos, pero también su histrionismo y sus furiosos cambios de carácter. MAS DETALLES