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Así era Adolf Hitler

20 abril, 2011

Aunque era austríaco de nacimiento, Hitler, arquitecto y pintor frustrado, aprovechó las circunstancias sociales de la Alemania derrotada tras la I Guerra Mundial para establecer en este país un demencial sistema político basado en la supremacía aria, el nacionalsocialismo y el culto a su propia personalidad.

El historiador británico Allan Bullock, uno de los más reputados biógrafos de Adolf Hitler, estaba convencido de que la enfermiza mentalidad del dictador se encontraba exclusivamente enfocada a la reivindicación del poder absoluto. Efectivamente, el Führer parece encarnar la misma esencia de la brutalidad. Y aún así, su elección en las urnas fue aclamada por cientos de miles de personas y buena parte de Alemania le siguió devotamente a la guerra. ¿Cómo se explica semejante fenómeno? Ian Kershaw, catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Sheffield, en Inglaterra, autor de un monumental ensayo sobre esta figura, señala que para entenderlo es imprescindible profundizar en su experiencia durante la Primera Guerra Mundial.

Un monstruo lleno de odio incapaz de experimentar la empatía

“Aquellos años influyeron mucho en su psicología. En el frente se deshumanizó y desde entonces no hizo otra cosa que buscar culpables; se obsesionó con dar la vuelta a la historia”, apunta Kershaw en una entrevista en El País. Otros investigadores, sin embargo, como la escritora y psicóloga de origen polaco Alice Miller, creen que es necesario ir más allá y penetrar en su infancia para descubrir las raíces del mal.

Hitler nació en Braunau, una pequeña aldea austriaca situada cerca de la frontera con Alemania. Su padre, Alois Hitler, era un modesto y severo agente de aduanas. En su estudio How could a monster succeed in blinding a nation?, Miller comenta cómo el Führer le relató a su secretaria que en una ocasión fue capaz de contar los 32 golpes que le propinó Alois sin verter una lágrima. “Hitler desarrolló una personalidad primitiva, incapaz de experimentar empatía, sedienta de odio”, indica. Quizá por ello Adolf, que era el segundo de seis hermanos –aunque sólo él y su hermana Paula sobrevivieron a la infancia–, se sentía especialmente unido a su madre, Klara, cuya muerte, en 1907, le afectó profundamente. Su padre, que había fallecido cuatro años antes, deseaba que su hijo fuera funcionario, una perspectiva que no agradaba al joven Hitler, que se inclinaba más por la pintura y la arquitectura. No lo logró: suspendió en dos ocasiones el examen de acceso a la Universidad de Linz –donde se interesó en las ideas antisemitas del profesor Leopold Poetsch– y fue rechazado por la Escuela de Bellas Artes de Viena “por falta de talento”. MAS DETALLES