«En toda la historia de la monarquía, nunca hubo contrato prenupcial -aseguró Christopher Anderson, autor de William and Kate: A Royal Love Story-. Para la familia real, el divorcio era algo improbable, hasta que el casamiento de la hermana de la reina, la princesa Margaret, acabó en divorcio». Desde entonces, tres de los cuatro hijos de la reina se han divorciado: Carlos, Andrew y Anne. Ninguna precaución estará de más.
Pero las cosas no son tan graves como en el pasado. En caso de ruptura, Kate no perderá la cabeza, como su antecesora Catherine Howard -una plebeya que desposó al rey de Inglaterra en el siglo XVI-, pero sí el título, las residencias palaciegas y, más duro aún, los hijos que hayan engendrado.
Según el Bild, Princess Katherine volverá a ser de inmediato Kate Middleton, perderá el derecho a residir en cualquiera de las moradas que haya compartido con William y no podrá reclamar ni un centavo del patrimonio de su esposo, que hoy asciende a 13 millones de libras esterlinas, pero que, cuando muera su abuela, se engrosará con una parte de su fortuna, estimada en 325 millones de libras (unos 530 millones de dólares).
Como cualquier otra divorciada de un hombre de buen pasar que ha firmado un contrato prenupcial, ella sólo recibirá una suma inicial y una pensión, cuyo monto variará según su comportamiento. Por ejemplo, si decide volver a casarse, el monto del subsidio descendería.
Una sola excepción a este rigor: Kate habría reservado para sí y para sus padres el derecho de visita sin límite a sus hijos.
Pero no tendrá la posibilidad de una revancha a lo Lady Di, quien se dio el gusto de ventilar en televisión la triste realidad de su matrimonio sin amor, ni de llevarse, como ella, una jugosa indemnización (17 millones de libras esterlinas o 28 millones de dólares). Su rico futuro esposo le hizo firmar que no podrá revelar nada de la intimidad del matrimonio bajo pena de multa millonaria. MAS DETALLES