Los congresistas norteamericanos se pusieron en pie 24 veces para aplaudir a Netanyahu durante sus 15 minutos de discurso. Si tenemos en cuenta que algunos tienen ya su edad, hay que suponer que en los próximos días algunos tendrán que pasar por el fisioterapeuta. En varias sesiones. No cuento aquí las veces que aplaudieron en total. El desgaste de manos no suele causar percances físicos.
El discurso no incluyó nada que no conozca la gente que ha seguido la trayectoria del primer ministro israelí desde los años 90. Puestos a descartar una perla, habría que apuntar la idea de que “Judea y Samaria” (así han llamado desde siempre a Cisjordania la derecha israelí y Simon Peres, cuando no habla en inglés) no son territorios ocupados por Israel.
Estoy dispuesto a hacer concesiones dolorosas para alcanzar esta paz histórica. Como líder de Israel, es mi responsabilidad guiar a mi pueblo a la paz. Ahora, esto no es fácil para mí. No es fácil porque reconozco que en una paz genuina, estaremos obligados a renunciar a partes de la patria judía ancestral. Hay que entender esto, en Judea y Samaria, los judíos no son los ocupantes extranjeros.
No somos como los belgas en el Congo, dijo Netanyahu en mitad de atronadoras ovaciones.
No es que a Netanyahu no le importe la legalidad internacional. Es que ni siquiera le preocupa vulnerar la fuente de legitimidad de la existencia del Estado de Israel, que no es otra que la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que permitió la creación del Estado.
Habrá quien piense que esa legitimidad procede de la Biblia. No es extraño que eso suceda en Israel pero que ocurra en el Congreso de EEUU como mínimo llama la atención. MAS DETALLES