El lugar es de esos de ver para creer. Hasta 24 hombres por celda, viviendo detrás de barrotes de metal, en camarotes de acero, compartiendo una sola ducha y dos inodoros.
Poco del brillante sol de Miami se filtra a través de las rejillas de las ventanas. Las salidas al patio tienen lugar dos veces a la semana y duran una hora.
El resto del tiempo, los reclusos están encerrados de la mañana a la noche, comiendo, durmiendo y volviéndose ligeramente locos.
Pero lo que es más chocante es el comportamiento de los presos mismos.
Por razones que no quedan del todo claras -quizás debido al hacinamiento en que viven, tal vez a causa de la insuficiente vigilancia por parte de los gendarmes, sea por la falta de canales para gastar su energía, o por su involucramiento con bandas en el exterior o debido a una traidición carcelaria estancada en el tiempo- los reclusos han creado un brutal código pugilístico digno de gladiadores.
Pelean por respeto, por comida y tentempiés o, simplemente, para pasar el tiempo. MAS DETALLES