Como en la vida, en el baloncesto las modas van y vienen. Que si cintas en el pelo, que si pantalones más largos, que si medias por las rodillas… Este año se llevaba odiar a los Heat de Miami.
La serie final de la NBA la ganaron los clic Mavericks de Dallas, del alemán Dirk Nowitzki y el puertorriqueño José Juan Barea. El resultado es una enorme decepción para Miami, pero para nadie más. El mundo del baloncesto -fuera de Miami- celebra casi unánimemente que no haya ganado el equipo más odiado del momento.
Y es que, con sus tres superestrellas Dwyane Wade, LeBron James y Chris Bosch, los de Miami disfrutaban de algo exclusivo de quienes creen que no tienen rival de su talla y no lo disimulan: no hay quien no quiera verte perder.
«Así es el mundo en que vivimos. Hace un par de años, en 2008, jugábamos para EE.UU. en los Juegos Olímpicos y teníamos el apoyo de todo el mundo. Ahora, en 2011, no», reconocía el propio Wade.
A punta de billetera
Una de las razones por la que se ha puesto de moda querer lo peor para Miami está en especie de creencia colectiva de que es un equipo hecho a punta de billetera.
Los favoritos, tipo Lakers, construyen su equipo alrededor de dos grandes estrellas -Kobe Briant y Paul Gasol en su caso- y un bloque sólido.
Tal vez Boston, con Kevin Garnett, Ray Allen y Paul Pierce, sea el otro grande que apuesta por el «triunvirato». Pero sobre el papel, ninguno junta tres de tan alto nivel como los Heat.
El trío miamero gana mucho (más de US$14 millones cada uno), pero el resto es un pelotón de «no tan bien pagados», si es que se puede decir eso de los US$5 millones que gana Mike Miller, el cuarto de la plantilla.
El total del equipo de la capital de Florida es de unos US$65 millones, lejos de los más de US$91,5 millones que gasta en sueldos Los Angeles Lakers, pero también de los US$90 millones de Dallas, el segundo de la lista. Sí, Mavericks paga a los suyos mucho más que Heat.SEMANA