Día de la hipocresía y vanaglorias. Algunos celebran en sus trincheras sin reconocimiento de los comerciantes de la noticia. Los olvidados y seres anónimos que trabajan como unos cafres en nombre de la libertad de expresión, atienden las peticiones del mercenario que recibe órdenes de “arriba” (el empresario editor). El periodista se valora por el medio que representa. Nada nuevo.
Mi experiencia en medios locales corrobora un mundo donde la jerarquización y el respeto por el profesional de la comunicación vuelan por los aires cuando se activa la bomba de los intereses oscuros.
Recordando los tiempos de la UCV a finales de los ochenta, profesores de la Escuelas de Comunicación recomendaban los códigos de ética y ordenaban releerlos para que los pendejos estudiantes no se presten a los intereses del editor ni a la política. Recuerdo a Díaz Rangel, Barreto, Asalia, Earle, Roberto Malaver y otros jubilados.
Eso lo pregonaron hace más de 20 años en plena época del puntofijismo con Lusinchi al mando del barco a la deriva. No me sorprende, verlos hoy, representando intereses del Gobierno de turno, agitando y cuadrados con el “proceso”, cómplices de una línea editorial direccional, oficial, filtrada.
Todos los gobiernos han tenido sus adláteres que repiten las mentiras en los medios del Estado. La puritana Marta Colomina, Napoleón Bravo, el inefable Carlos Croes, Alvarez Bajares, Carlos Blanco y Fernando Egaña, entre otros. Igual en este Gobierno. Utilizan el periodismo para defender las mentiras y propagar lo conveniente.
Patético el papel de la televisora oficial. Filtrando noticias de la inseguridad, corrupción, colapso de los servicios públicos. El Bloque de Prensa hace lo propio. Filtra a través de sus poderosos medios, los intereses empresariales, de las constructoras que estafan al pueblo.
Y, esconden sonados casos donde los familiares de los editores son acusados de narcotráfico, homicidio y corrupción.
El periodismo ha perdido credibilidad. El 11 de abril de 2002 fue el comienzo descarado de un periodismo irresponsable, sin ética, de mercanarios, de ver crecer a los palangristas y de soportar las mentiras que algunos creen que asumimos como verdades.
El premio se otorga a los que, utilizando el periodismo, se identifican con la idiosincrasia de las instituciones que les dan como triunfadores.
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