Ni una palabra han publicado hasta ahora las agencias internacionales de prensa, tan propensas a difundir mundialmente el menor incidente ocurrido en países que se enfrentan al poder imperial norteamericano, sobre la ejecución en Miami, de un haitiano de 22 años por 12 policías que dispararon cien veces sobre el mientras se encontraba desarmado en su carro.
En la propia Miami, la prensa local – caracterizada por su colaboración ciega con las llamadas fuerzas del orden – han desviado la atención del público con una controversia alrededor de un teléfono celular cuyo dueño filmó la salvaje intervención policíaca que llevó a la muerte el joven Raymond Herisse.
Sin embargo, el propio asesinato de este hijo de una humilde inmigrante haitiana, aparentemente no interesa a nadie entre los detentadores del poder en esta ciudad con rasgos persistentes de odio racial y de segregación.
Criticadas por haber confiscado y destruido cámaras y teléfonos móviles tras matar a Herisse durante el festival hip-hop Urban Beach Week, las autoridades municipales de Miami Beach cuestionaron el martes la versión de un testigo que dijo que un policía le apuntó a la cabeza con un arma, lo esposó y le destrozó a patadas su teléfono móvil.
El comunicado afirma que la policía detuvo al testigo – un afronorteamericano – no porque estaba filmando sino porque era “muy parecido” a la descripción de un sospechoso que fue supuestamente visto huyendo. Una versión cuyo tono racista no escapa a nadie. MAS DETALLES