La muerte del Banco Industrial de Venezuela (BIV) se conoció, a mitad de semana.
Lo informé por Twitter, por la importancia del tema en el mundo financiero, aunque como institución signifique ya muy poco.
Será liquidado y sus activos pasarán al Banco de Venezuela o al Bicentenario.
Hay pánico entre trabajadores y trabajadoras: unos 500 contratados serán cesanteados, y el personal fijo no sabe nada de su destino.
El BIV fue expoliado por los pillos de la “revolución”, lo acabaron, se lo robaron.
Durante años, lo he estado denunciando, con fuentes inobjetables de sus trabajadores, testigos mudos, bajo coacción, de las trapacerías cometidas.
El ministro de Finanzas, Marco Torres, parece decidido a terminar la historia, algo que no pudo realizar el ex ministro Alí Rodríguez Araque, a pesar de su reconocida tenacidad.
Comisiones de la Contraloría General de la República y del Sebin se han instalado en el expoliado banco público.
“Al BIV lo desvalijaron” sostienen fuentes con conocimiento de causa.
“Hay más de 70 créditos a empresas fantasmas”.
Juan Carlos Lujan y Luis Quiaro fueron dos de sus últimos presidentes, antes del nombramiento de José de Freitas Jardim, vicepresidente de Seguridad del Banco de Venezuela, militar, para variar, quien llegó con su tropa, prácticamente como un interventor plenipotenciario.
Sabrá de seguridad, pero le toca demostrar que conoce de banca pública.
En el BIV “daban créditos en Caracas, y los liquidaban en dólares en Curazao, hasta 450 mil dólares; después los retiraban, depositaban en otros bancos y los vendían por transferencias a Bs. 103 por dólar”. ¡Qué inmundicia!
Salga sapo o salga rana, era hora de que terminara esa sucia historia.
Por Manuel Isidro Molina