Según un reciente informe de la ONG Oxfam, en 2016 el 1% de la población más rica acumulará más riquezas que el otro 99%. Desde los años ochenta la brecha entre ricos y pobres no ha dejado de crecer, y no se libra casi ningún país.
De un tiempo a esta parte ha surgido el concepto de “súper ricos” para referirse a este 1% de mulitimillonarios que tiene pisos de lujo en las principales ciudades del mundo, jets privados y yates gigantescos, y cuya forma de vida es desconocida para el resto de los mortales.
El periodista británico Jacques Peretti ha pasado seis meses conviviendo con algunas de las personas más ricas del planeta para grabar el documental The Super-Rich and Us (“Los súper ricos y nosotros”) que acaba de estrenarse en la BBC. Y ha aprendido algunas importantes lecciones.
El increíble poder de los súper ricos les hace incapaces de tolerar la debilidad
En su opinión, tal como ha explicado en una columna en The Independent, los súper ricos se están convirtiendo rápidamente en una raza aparte.
“Y no estoy usando el término ‘raza aparte’ [breed apart] con alegría, creo que es psicológica y biológicamente preciso. Es el destino al que aspiran. Se creen que son los dueños del universo, y los hechos les están dando la razón”.
Este poder les hace incapaces de ser tolerantes hacia la debilidad. Algo de lo que, según Peretti, no se libra ningún súper rico:
“Incluso el multimillonario más ‘BillGatesiano’ y filántropo, que construye bibliotecas y paga programas de vacunación en África, es incapaz de comprender por qué no todo el mundo en la Tierra tiene la determinación de ser tan exitoso como ellos. Y si no lo están quieren enseñarles a hacerlo”.
El peligroso discurso del hombre hecho a sí mismo
El problema es que esta visión de una supuesta meritocracia, tan poco real como la igualdad de oportunidades, ha calado en todo el mundo desarrollado.
“Este mantra de los súper ricos de que hay que ir a por todas, y te hundes o nadas, es aceptado por el Gobierno”, explica Peretti.
“Se enseña incluso en las escuelas. Pero no todo el mundo puede ser un emprendedor, y esa es la razón por la que gente de toda Europa se está manifestando. No sólo están protestando contra la austeridad, además están reafirmando su humanidad. En Atenas gritaban “somos humanos” como si la troika y los súper ricos necesitaran de veras recordarlo”.
El periodista cree que los súper ricos son ya biológicamente distintos al resto de los mortales.
“Los ricos viven ya en su propia biosfera al estilo del Elysium”, asegura Peretti en referencia al hábitat espacial en el que viven los humanos más pudientes de la película de ciencia ficción del mismo nombre dirigida por Neil Blomkamp.
“Es una burbuja que flota por encima de la Tierra y conecta Londres, Nueva York, Shanghái y Dubái a través de un puente aéreo en clase business”.
No importa que estén en su jet privado, en su helicóptero o una suite del hotel más caro del mundo, simplemente no comparten el mismo espacio que la gente normal, una separación que según Peretti les hace incapaces de aceptar la desigualdad de la que forman parte.
“En su biosfera los súper ricos comen una mejor comida, van a mejores escuelas, llevan mejores ropas y toman mejores medicinas, lo que les convierte en una casta con mejor salud y más rica”, asegura Peretti. “Incluso respiran un aire más limpio. Muchos millonarios tienen sus propias reservas de aire móviles, que bombean en cualquier casa en la que decidan vivir. Si eres súper rico y tienes una propiedad en Shanghái, por ejemplo, puedes evitar tener los mismos pulmones llenos de contaminación que tienen el resto de los 14 millones de habitantes de la ciudad”.
Los súper ricos nunca se creen suficientemente ricos, porque siempre están pensando en quién está más arriba en la lista Forbes
El problema no es que los ricos se sepan más adinerados que el resto (algo que es obvio), el problema es que creen que se lo merecen, porque son mejores.
“La falacia de que el dinero nos hace mejores personas se ha utilizado para justificar la desigualdad”, explica Peretti.
“Los ricos creen sinceramente en esto, y quieren que nosotros nos lo creamos también. Y ¿adivinen qué? Lo hacemos. Si no somos capaces de alcanzar lo inalcanzable es porque hemos fallado. Es un juego amañado”.