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Se dispara indigencia en calles de España

10 septiembre, 2011
Faltan pocos minutos para la medianoche y los últimos paseantes dejan las calles del centro de Valencia. Un grupo de unas 20 personas va tomando posiciones.

Se acerca el momento que esperan cada noche: el de la salida de la basura de las grandes superficies comerciales. Los problemas económicos, el hambre al fin y al cabo, les empuja a apoderarse de aquellos alimentos que son retirados de las tiendas valencianas y acaban en los contenedores. Para ellos comienza la hora de cenar.
LAS PROVINCIAS ha seguido el rastro de este colectivo de bolsillos vacíos o muy poco llenos. No todos son indigentes. No todos son inmigrantes.
Hay universitarios sin empleo, extranjeros que han cambiado la obra o la naranja por la calle, los viejos indigentes de siempre, nuevos parados y hasta ahorradores casi enfermizos.
Prácticamente todos son hijos de una misma madre: la crisis económica que se estanca en España. Los únicos brotes verdes que ven son los de las bolsas de lechuga o canónigos en el fondo de una bolsa negra, a pocas horas de cumplir la fecha de caducidad.
Su actividad comienza sobre las nueve de la noche. Cuando los grandes establecimientos de alimentación cierran las puertas para sus clientes, los cazadores de comida desechada están ya al acecho, a pocos metros de los contenedores.
Mientras, en las tiendas, el personal última el recuento de la jornada y aparta aquellos alimentos que o bien han caducado o están a pocas horas de hacerlo.
Normalmente se trata de carnes envasadas, embutido en bandejas o lácteos.
Su actividad es especialmente intensa junto a un supermercado del centro de Valencia.
El reloj marca las doce de la noche. El personal saca varias bolsas grandes de basura por una puerta y las coloca en el contenedor.
No pasan ni dos segundos y una veintena de personas cargadas con carros y bolsas se abalanzan sobre la basura y comienzan a rebuscar. «Nunca nos hemos peleado. Cada uno coge lo primero que encuentra y se lo guarda. Eso se respeta y punto», explican.
Uno de los habituales es Alberto, un ecuatoriano de 50 años. «Tiran productos que aún estan buenos. Yo suelo coger carné, ensalada, frutas y yogur». El suramericano dice ser informático e ingeniero de caminos.
Lleva siete años en Valencia y ha trabajado en la recogida de naranja. Desde hace un mes sale «algunas noches» a buscar entre los contenedores. También ha encontrado «zapatos» que tiran en algunas tiendas de moda.
María José también frecuenta los contenedores. 26 años, ibicenca y estudiante de Bellas Artes. Caza alimentos sin caducar, pero también «revistas, papel, perchas o maderas» para sus trabajos artísticos.
«Empecé con esto en Barcelona y he llegado a encontrar ropa con etiqueta y hasta muebles baratos».
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