Andrea estaba parada en Sabana Grande esperando a que un amigo llegara a buscarla para ir hasta la universidad donde ambos estudiaban Comunicación Social e inscribir el nuevo semestre. Mientras esperaba, un hombre se le acercó y le pegó a las costillas el cañón de un arma. Luego se estacionó una camioneta. La obligaron a subir en los puestos de atrás y rápido le pusieron una capucha en la cara para que no pudiera ver nada.
-¿Tú no sabes cumplir órdenes? – le preguntaron. -¿Órdenes? ¿de qué estás hablando?, dijo Andrea. -¿A ti no te llamaron para ordenarte que te fueras del país? Repreguntaron los secuestradores.
Cuando le hicieron esa última pregunta, Andrea cayó en cuenta que las dos llamadas que había recibido en enero y cuyo interlocutor le había detallado quién era su papá, dónde vivía, dónde trabajaba y otros detalles familiares, no eran para asustarla, sino que eran ciertas. MAS DETALLES