Más de 200 personas han muerto durante las protestas del último mes en Siria, donde este martes las fuerzas de seguridad volvieron a disparar contra los manifestantes que exigen reformas al gobierno de Bashar al-Assad.
La policía utilizó armas de fuego y gases lacrimógenos para dispersar a las más de 20.000 personas que ocupaban la plaza principal de la ciudad de Homs, donde el domingo ya habían perdido la vida ocho manifestantes.
Y el gobierno dijo que las protestas que se han registrado en las ciudades de Homs y Banias, en el noroeste del país, eran parte de una «insurrección armada» liderada por extremistas religiosos vinculados al Salafismo, una estricta corriente sunita que muchos gobiernos árabes han asociado a grupos militantes como al-Qaeda.
Tal vez más importante para la sobrevivencia de Assad, sin embargo, sea el hecho de que para muchos una Siria bajo su control es preferible a la llegada de grupos extremistas al poder.
«Incluso en el momento de mayor ambición de EE.UU. en la región, que culminó con el derrocamiento de Saddam Hussein en Irak en 2003, la idea de derrocar a Assad no consiguió mucho apoyo, por miedo a que los sunitas radicales se hicieran con el control», recordó el corresponsal de la BBC en Beirut, Jim Muir.
Y lo mismo preocupa en la actualidad al exdirector general del ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, Alon Liel
«Si hay un cambio (en el gobierno de Siria), creo que será en una dirección que no nos gustaría», le dijo Liel a la BBC.
«Entre los rebeldes hay kurdos, hay islamistas, y hay activistas de Facebook. No creo que los tipos de Facebook vayan controlar Siria», agregó.
«Siria es un vecino. Es un enemigo que mantiene tranquila la frontera», dijo por su parte el viceprimer ministro de Israel, Dan Meridor.
Y Álvarez resumió el «atractivo» de Assad de la siguiente manera: «Para muchos, es mejor lo malo conocido que lo malo por conocer».