Estupor es la palabra para definir cómo se me ha quedado el cuerpo al enterarme de las últimas “locas locas aventuras” de la compañía telefónica capaz de llamarte compulsivamente hasta el punto de plantearte la inmolación. Obviamente estoy hablando de Movistar, compañía que un año más se ha llevado el premio a la Peor Empresa del Año; y ellos, contentos: un premio es un premio.
Desgraciadamente, contentos pueden estarlo los directivos de tan amiga compañía, ya que éste no ha sido el único premio que se ha llevado Movistar. El pasado año 2010 también se han embolsado la módica cantidad de 10.167 millones de eurazos de beneficio. Y, claro, ¿qué mejor que celebrarlo que con una subida de tarifas del 150% y echando a 5.600 empleados a la calle? Sólo podría mejorarse con una streapper búlgara obligada a salir de dentro de una tarta en la cena de final de año contable.
Y es que, a mi parecer, esto es como si un músico llegara a ser número uno en ventas y para celebrarlo despidiera a toda la banda y estableciera el precio de venta de los discos a 80€ cada uno. Es, digamos, lo más similar a un suicidio social.
Pero sigamos, que esto no es nada. Si pensabais que no se podía subestimar más al cerebro humano que con la gracieta de llamarte y ponerte en espera para posteriormente pasarte a un contestador haciéndote sentir como un auténtico retrasado, microfonillo en mano (“¿Sí? ¿Diga? ¿Oiga?” “Por favor, manténgase a la espera”), estabais un pelín equivocados. Han sido precisamente ellos mismos quienes han conseguido infravalorar al ser humano hasta límites más allá de Orión.
Lo digo porque según las cifras que han salido a la luz, los directivos cobran 103,5 veces más que sus trabajadores, o lo que es lo mismo: un directivo cobra como 103 empleados y medio. Y aquí, una de dos: o creen que sus trabajadores son lo más parecido a heces andantes (y hablantes), o ellos mismos se creen semidioses, no sé, digo yo que deben ser un híbrido de Einsteins y Stephens Hawking pero con malas intenciones. Una especie superior a la humana capaz de tratar a sus trabajadores como baratas mesalinas y a sus clientes, como muñecas hinchables directamente. MAS DETALLES